Amo cocinar. Mucho. Entiendo la creatividad del que observa una receta, degusta un plato y encuentra los recorridos para haber llegado a allí, así como en la del que intercambia productos y experimenta combinaciones para alcanzar lugares originales y sorprendentes.
Siempre me encantó. Mi mamá cocina muy sabroso y siempre me gustó ver cómo lo hacía, ir descubriendo secretos, imitar en algún caso e innovar en otro.
Muchas veces pienso si debería haberme preparado profesionalmente para dedicarme a esto, otras miles fantaseamos con D con irnos a vivir a algún lugar lejano y poner un chiringuito o algo así y vivir, entre otras cosas, de mi cocina. Alguna vez escribí un blog con recetas, pero lo dejé a medio camino. También imagino tener un programa de cocina en el Canal Gourmet, pero eso ya es parte de la ficción que me habita.
Mi amiga R volvió de vivir unos cuantos años en Canadá y me trajo una hermosa cacerola de hierro, blanca y pesada, Cuisinart. Tan bella, tan encantadora, con tanto aroma a guisos por hacer.
El sueño de quién le gusta mucho cocinar es tener los mejores ingredientes para hacerlo. Cuanto más naturales y originales, más perfecto es el resultado. Pero también, (o por lo menos en mi caso) el sueño de una cocinera amateur es tener todos los utensilios existentes para realizar las diferentes recetas. La alacena repleta de distintos tipos de platos, cacerolas, ralladores y fuentes. Los cajones abundantes en peladores, cortadores, cuchillos y otros inventos.
Mi nueva cacerola de hierro llega a mi vida para acompañarme en este recorrido de sabores, aromas y desafíos. Llega para percibir y conocer nuevas formas de interpelar al paladar y descubrir mixturas y resultados antes ignorados. Llega para quedarse y para acompañarme en el disfrute cotidiano de esta vida que a veces se empaca, pero en la que sabemos que si bien un buen plato caliente no soluciona los problemas, muy a menudo reconforta, abraza y nos hace sentir en familia, en compañía y protegidos de todo lo malo que nos puede pasar allá afuera, lejos del hogar, del refugio y de la llama que arde.