30/4/11

Plegaria por los que me saben ver

Siento una libertad absoluta.

Siento que estuve mucho tiempo equivocada. Me equivoqué por mucho tiempo pero ahora renazco. Salgo del encierro de mi cabeza, de las vueltas y vueltas sobre lo mismo, de la cárcel mental que me fabriqué (y que me ayudaron a fabricar), para por fin darme cuenta de que la vida está en otra parte y de que cuando nos atrevemos a ser auténticos, y a hacer las cosas lo más bien posibles, la existencia te premia. El boomerang retorna. Regresa con un postic adherido a tu frente que dice: La gente que te conoce, te reconoce. Te da la derecha. Cree en vos y se indigna por todo eso que hay afuera y que no te hace justicia.

Estoy muy satisfecha. Puedo ver y puedo ver bien. Y me pueden ver también a mí indiscutiblemente.

Siempre agradecí tener la capacidad de amar. De amar y de decir. Ahora agradezco tener la capacidad de mostrarme tal cual soy. Y por sobre todo, agradezco la valentía y la voluntad de los que me pueden ver y quieren hacerlo.

Esto es una plegaria kitsch, un poco demodé y fuera de uso.

Ni me importa. Yo, sonrío.

Sonría amplio.



10/4/11

Donde todo empieza y donde todo termina

Mis plantas están otoñando y empiezan a ponerse amarillas. Las hojas cubren toda la extensión del patio que hace las veces de garage de mi bicicleta y refugio del cajón de la alegría. Esa alegría que vi un día casi casualmente y que tuve que traerla a mi casa; no tenía opción.

La casa se volvió a completar de palabras, palabras maravillosas y sutiles.

Hay proyectos, reuniones futuras, concreciones, señales, errores y piedras de incienso quemándose sobre un carboncito que reprime al fuego.

Todo eso reconcilia a este burdel con cortinas rojas y peces voladores con el refugio que siempre es, pero que esporádicamente se llena de humo y confusión.

Estoy bien acá. Acá donde se encuentran mis consecuencias, acá donde se esconden mis miserias debajo de la alfombra, acá donde por fortuna la risa es cotidiana.

Acá donde todo empieza y donde todo termina.