Siento una libertad absoluta.
Siento que estuve mucho tiempo equivocada. Me equivoqué por mucho tiempo pero ahora renazco. Salgo del encierro de mi cabeza, de las vueltas y vueltas sobre lo mismo, de la cárcel mental que me fabriqué (y que me ayudaron a fabricar), para por fin darme cuenta de que la vida está en otra parte y de que cuando nos atrevemos a ser auténticos, y a hacer las cosas lo más bien posibles, la existencia te premia. El boomerang retorna. Regresa con un postic adherido a tu frente que dice: La gente que te conoce, te reconoce. Te da la derecha. Cree en vos y se indigna por todo eso que hay afuera y que no te hace justicia.
Estoy muy satisfecha. Puedo ver y puedo ver bien. Y me pueden ver también a mí indiscutiblemente.
Siempre agradecí tener la capacidad de amar. De amar y de decir. Ahora agradezco tener la capacidad de mostrarme tal cual soy. Y por sobre todo, agradezco la valentía y la voluntad de los que me pueden ver y quieren hacerlo.
Esto es una plegaria kitsch, un poco demodé y fuera de uso.
Ni me importa. Yo, sonrío.
Sonría amplio.