25/10/10
13/10/10
Mi casa, mi gata: Llenas de vida
Cuando me fui a vivir sola, emancipándome de mis padres no muy niña que digamos, me fui a un departamento muy básico en el Barrio de Palermo. Aunque siempre mis lugares tienen mi estilo, basado en lo amorosa y en los colores, igualmente, sin querer menospreciarlo, era MUY básico.
Pero cuando me mudé a mi actual casa, un PH pequeño pero con 10 m2 más que el departamento anterior y con un pequeño patio, me dio muchas más posibilidades de poner en práctica mis ganas de transformarlo en mi lugar. Y eso para mí significa, además de intentar ponerlo bello llenarlo de vida.
En el transcurso de los un poco más de dos años que llevo viviendo aquí, ese llenarlo de vida pasó por todas las etapas:
-Primero lo abundé de cosas y cositas de colores, con flores y pájaros y lucecitas por todos lados;
-Luego me traje un novio, el cual vino no sólo con sus cosas sino que también con su perra cachorra labradora que lejos de generarme ternura, lograba que nazcan en mi cabeza los peores pensamientos cuando se la pasaba comiéndome las plantas y rompiéndome todo. Justo ahí fue cuando una vecina me regaló a mi primer gato, Oliverio. Olivero era un amor y hacía que yo me sintiera más fuerte en el conflicto de ellos contra nosotros (es decir novio + perra contra yo + gato).
No esa sencilla batalla, sino la incompatibilidad de caracteres, fue el principal causal de mi separación. Y ahí nos quedamos Oliverio y yo en
Ahora era yo y mi casa y toda la vida que se había ido de ella en tan poco tiempo.
Como mi característica general es reciclarme permanentemente y no permitir que nada me quite la sonrisa por largos períodos, comencé a cambiar los muebles de lugar, a tirar cosas que me podía traer no gratos recuerdos, a poner en mi morada más y más objetos y formas que la llenaran de alegría y que me auxiliaran en la travesía de recuperar mi sitio y poder volver a habitarlo, saciado de buena energía.
Así fue como después de unos meses, pasé por una veterinaria amiga y adopté a mi querida Simona. Es una gata hermosa y salvaje que hace imposible la labor de que yo pueda olvidarme, ni por un instante, de que ella andas por aquí.
Simona ha ocupado todos los lugares. Duerme donde se le canta, incluyendo metiéndose en los estantes del vestidos, dejando así mi ropa repleta de pelos; se recuesta entre las plantas (sin romperlas por suerte), en la biblioteca sobre los libros, debajo de la alfombra del living; juega con sus uñas en una parte de uno de mis sillones que, aunque debo confesar que ya estaba un poco ajado y que necesita hace tiempo una retapizada, me lo ha dejado todo marcado en mayor profundidad.
Se ha adueñado del territorio por completo, definitivamente llenándolos de vida.
Soy feliz con mi gata y con mi casa, no me quejo ni un poco, aunque a veces no se si reír o si llorar cuando llego de la calle y encuentro a Simona revolcándose en el suelo, entre una pila de papeles y facturas por pagar, que yo bien había dejado apilados sobre el televisor o la mesa ratona, antes de salir.
5/10/10
Degustación
1/10/10
Un Taural en la sala, por favor!
No que la vida a veces es por lo menos confusa?
Cierto que no siempre se llega al fondo de las cosas?
Mi amiga C dice que yo tengo una especie de obsesión con la verdad. Con lo indiscutible, con las cosas como son y como deben ser. Como si la realidad tuviera sólo una faceta y ese aspecto siempre debiera ser correcto. Como si uno tuviera la obligación constante de saber y decir las cosas con exactitud todo el tiempo.
Es un esfuerzo muy grande para mí. Una constante obligación conmigo misma de ser legítima todo el tiempo y de no poder tolerar que el resto no lo sea.
Tengo gastritis esta mañana. Es parte de mi autoexigencia y de lo mucho que le requiero al mundo que se porte bien. Que sea bueno y no se descarrile.
Me arde mucho la boca del estómago hoy por mi dolencia, pero a veces se me incendia por otras cuestiones.
Debería relajarme más, no? Tendría que no tomarme todo tan a pecho.
No voy a dejar de buscar que cada momento y cada acción sean lo más logradas posible, pero si no aflojo un poco, algo en mi interior va a estallar. Y no necesariamente mi tubo digestivo!